La salud mental en México: de la “pandemia silenciosa” a un reto urgente
La salud mental ya no puede ser ignorada. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha catalogado como una “pandemia silenciosa” que afecta a millones de personas, y México no es la excepción. Aunque se reconoce su importancia, los esfuerzos siguen siendo insuficientes para atenderla de forma integral.
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8/18/20252 min read


Un problema previo al COVID-19
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), incluso antes de la pandemia ya existían serios obstáculos:
Estigma y discriminación hacia quienes buscan ayuda.
Inversión pública mínima.
Escasez de profesionales en psiquiatría y psicología.
Un modelo centrado en hospitales, dejando de lado la atención preventiva y comunitaria.
Esto provocó que la mayoría de las personas con trastornos mentales no recibieran atención oportuna.
La situación en México
El IMSS y encuestas nacionales como la ENSANUT estiman que entre el 25 y 30% de la población mexicana tendrá un trastorno mental en algún momento de su vida. La depresión y la ansiedad destacan como los más comunes: según INEGI, un 32.5% de los mexicanos ha presentado síntomas depresivos significativos.
Pese a ello, la brecha de atención es preocupante: más del 60% de las personas con un trastorno mental no recibe apoyo profesional. La razón: servicios públicos insuficientes, altos costos privados y una cobertura desigual que afecta sobre todo a zonas rurales.
Presupuesto limitado y consecuencias graves
En 2023, solo el 1.3% del gasto en salud en México se destinó a salud mental, muy por debajo del 5% recomendado por la OMS. La consecuencia es clara: servicios precarios, saturación en hospitales psiquiátricos y una falta de apoyo en comunidades.
Uno de los reflejos más alarmantes es el aumento del suicidio juvenil: en la última década, los intentos crecieron más de 600%. Entre 2014 y 2021, los suicidios pasaron de 6,337 a 8,432, convirtiéndose en la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años.
Impacto del COVID-19
La pandemia no solo afectó la salud física. Factores como el desempleo, el aislamiento y el duelo incrementaron la ansiedad, la depresión y el consumo de sustancias. En 2020, más del 80% de las personas con enfermedades mentales graves en América Latina no recibió tratamiento, un número mayor al promedio mundial.
Reforma y nuevos modelos de atención
En 2022 se aprobó una reforma a la Ley General de Salud en materia de salud mental, con la meta de migrar hacia un modelo comunitario y ambulatorio, reduciendo hospitalizaciones innecesarias. La CNDH la consideró un avance en derechos humanos, pero familias y organizaciones advierten que, sin la infraestructura adecuada, muchos pacientes podrían quedar desprotegidos.
El testimonio de una madre lo refleja: “Nos dicen que cerrarán hospitales, pero no sabemos quién apoyará a nuestros hijos en casa”.
Avances culturales y educativos
No todo es negativo. Desde 2017 la educación socioemocional es obligatoria en las escuelas, lo que permite a niños y adolescentes aprender a identificar y expresar emociones. Además, campañas públicas y voces influyentes han ayudado a reducir el estigma y abrir conversaciones sobre salud mental.
El reto pendiente
El director de la OPS, Dr. Jarbas Barbosa, lo resume con claridad: “Es imperativo integrar la salud mental en todas las áreas. De ello depende el bienestar individual y el desarrollo social y económico de nuestros países.”
Para México, el desafío está en transformar el discurso en acción: invertir más, ampliar la cobertura, fortalecer la prevención y, sobre todo, romper los prejuicios que aún rodean la salud mental.
La salud mental no debe seguir siendo un tema secundario: es un pilar esencial para el bienestar y el futuro de nuestra sociedad.
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